Sesenta kilómetros de orillas, bosques y pueblos: un recorrido que une naturaleza y memoria, invitando a redescubrir las propias raíces entre callejones y reflejos de agua.
Hay un sendero, en el brazo oriental del Lago de Como, que parece jugar con el agua como una piedra lanzada a rebotar: toca la orilla, luego sube, se trepa entre bosques y terrazas de montaña, roza antiguos pueblos y baja de nuevo hacia el lago. Es el Sentiero del Viandante, un itinerario de unos 60 kilómetros que une Abbadia Lariana con Colico, atravesando algunas de las localidades más sugerentes de la ribera de Lecco: Lierna, Varenna, Bellano, Dervio.
Hoy es una de las caminatas más amadas del norte de Italia, pero durante siglos fue un camino de lo cotidiano: vía de conexión entre pequeños centros, sendero de mercaderes y pastores, camino vivo antes que “histórico”. No por casualidad, en los documentos antiguos aparece con distintos nombres: Via Ducale, Via Regia, y más adelante también “Napoleona”, por las obras de ampliación hechas durante la época napoleónica.
Su belleza no está solo en los panoramas, que de por sí son espectaculares: el lago que se abre en tramos inesperados, los montes que se lanzan al agua, las pequeñas aldeas aferradas a la roca como nidos. Es un camino que habla de pertenencias. De las personas que, generación tras generación, han modelado este paisaje con esfuerzo y dedicación: construyendo casas, muros de piedra seca, terrazas, senderos.
Hoy quien recorre el Viandante puede hacerlo por etapas, aprovechando la línea ferroviaria Lecco–Colico que cruza frecuentemente el trazado. Se camina con calma, eligiendo si dividir el recorrido en ocho tramos (los oficiales), o bien condensarlo en cuatro o cinco jornadas, para quien esté más entrenado.
A lo largo del trayecto, cada pueblo es un pequeño descubrimiento: callejones estrechos, jardines frente al agua, palacios nobles que cuentan otra época, viejos embarcaderos de piedra donde aún se respiran los oficios del lago. En primavera, los montes se tiñen de flores; en otoño, los bosques se encienden de colores cálidos y melancólicos. También el invierno tiene su encanto, con la luz oblicua de noviembre que lo difumina todo en tonos de acuarela.
Quien busca el vínculo con sus orígenes aquí encuentra un territorio que sabe hablar con discreción. Hay una memoria difundida, silenciosa pero presente: en los topónimos, en los dialectos, en las iglesias rurales, en las historias guardadas por los ancianos que se sientan al fresco frente a sus casas. Es un lugar donde, más que buscar las raíces, se aprende a escucharlas.
Entre los eventos a anotar está la “Fiesta del Lago y de la Montaña” en Lecco, el último domingo de junio: un homenaje al alma doble de esta tierra, que vive suspendida entre el agua y las cumbres. O el “Trail del Viandante”, una carrera espectacular para los más deportistas, que recorre el sendero en clave competitiva.
El Viandante no necesita monumentos célebres ni grandes eventos: es él mismo un patrimonio, para vivir paso a paso. Y quizás ahí reside su verdadero encanto.