Llegué a Italia con toda la información que había conseguido reunir pero seguramente eran más las incertidumbres que las certezas. En resumen, sabía que mis orígenes eran ligures, pero del nombre del pueblo que aparecía en los documentos de mi bisabuelo, solo se podían leer algunas letras.

Antes de irme de viaje, me había puesto en contacto con varias personas con mi mismo apellido, en busca de algún vínculo que me ayudara a alcanzar mi objetivo. Una de ellas era Elsa, con quien hablé muchas veces, aunque no sabía si éramos parientes. Era obvio que tenía que conocerla.

Tomé el autobús a Sassello; durante el viaje conocí a Lucía, una bella y habladora señora que iba a mi mismo lugar. Con mi escaso conocimiento del italiano le pregunté si conocía un hotel en Sassello. Me dijo que sí y cuando llegamos al pueblo bajamos en la misma parada. Dimos unos pasos hasta llegar a un bar; por mis adentros pensé: “Evidentemente no nos hemos entendido. Yo buscaba un hotel y terminamos en un bar”. Ella le preguntó a Giuliano (el dueño del bar) si sabía dónde alquilar una habitación y él añadió: “Esta chica viene de Argentina, está buscando sus raíces. Su apellido es …” y automáticamente, en ese bar cuatro personas repitieron “¡Yo también soy Deprati!”.

Algo me hizo pensar que, buscando a Elsa, había llegado al lugar correcto. ¡Salí a pasear por el pueblo y era simplemente hermoso! Mientras caminaba llegué a un puente que, para mi sorpresa, llevaba mi apellido. Era como si estuviera escrito en alguna parte. Tenía que ir a las montañas para empezar a escribir mi historia.

Cuando llamé a Elsa me di cuenta de que y debido a malentendidos lingüísticos, ella no vivía en Sassello, sino en Génova. Así que volví a Génova y finalmente nos encontramos. Me confirmó que ese puente de Sassello estaba vinculado a su familia. Mi historia empezaba a escribirse…