Fue mi primer viaje al país de mis antepasados. Mientras recorríamos el camino hacia la colina que conduce al pueblo, sentí inmediatamente una sensación de bienestar y paz. Tan pronto como llegamos a la plaza principal había un gran grupo de personas que nos estaban esperando a mí y a mi familia listos para ayudarnos a encontrar nuestra historia.

El alcalde nos recibió con la banda del pueblo nos sentimos inmediatamente “en casa”. Los días volaron y no veo la hora de volver.

Una de las experiencias que nunca olvidaré fue la visita a la Iglesia donde se casaron mis antepasados. Gracias a la ayuda de un historiador local y con el apoyo de un guía que hablaba perfectamente nuestro idioma pude ver los documentos de mis antepasados y tocarlos con mis manos. Nunca había visto un certificado de matrimonio de 1882 escrito a mano en latín. Leer esos antiguos manuscritos con los nombres de mis antepasados me emocionó y conmovió. Por la noche asistí a la misa en la misma iglesia. Escuché el sonido del órgano y las voces del coro cantando la música sacra rodeada de altares y pinturas extraordinarias. Fue una experiencia artística y religiosa que nunca olvidaré.